domingo, 25 de julio de 2010

La cultura Twitter y el fin de la atención


Las clases que estamos teniendo en Singularity University son absolutamente increíbles. Una oportunidad única de escuchar oradores que te vuelan la cabeza. Y sin embargo hay algo que me deja profundamente preocupado: lo que más me llama la atención mirando lo que sucede en las clases desde una cierta distancia es que, por más que queramos, los estudiantes no logramos prestar atención de manera sostenida.

Parece como si la cultura de la brevedad reflejada en Twitter o TED (cuanto más corto mejor) hubiera destruido nuestra capacidad de sostener el foco de nuestra atención más allá de unos pocos minutos.

Tal vez sea porque hace demasiados años que estuve en un aula. O quizá porque en ese momento no teníamos una computadora cada uno sobre la mesa. O porque, aún cuando la hubiéramos tenido, no estaba el mundo entero a un click de distancia. Pero la realidad es que mis experiencias previas sobre lo que significa “estudiar” eran estar entre 40 minutos y dos horas, sentado y escuchando atentamente la mayor parte del tiempo.

Cuando empezó a pasarme a mí me preocupé. Pasados unos 15 minutos de clase, incluso en temas que me resultaban fascinantes, me descubría a mi mismo distraído, sin siquiera notar el momento en que mi mente se había “desconectado”. Como eso que a veces nos pasa cuando leemos un libro cansados: descubrimos que desde una página atrás hemos “pasando nuestros ojos por todas las letras” y sin embargo no hemos registrado nada.

Entonces empecé a mirar a mi alrededor. Y lo que ví me preocupó aún más: no era un tema mío. A todos a mi alrededor les estaba pasando lo mismo. En medio de una espectacular charla, una oportunidad única de escuchar a oradores increíbles, la gente estaba en Twitter, en Facebook, en Wikipedia, leyendo email, etc.

Algunas de las distracciones eran relevantes, como chequear algún website mencionado por el expositor o un artículo de Wikipedia relacionado con la charla. Muchas otras eran completamente desconectadas. Ninguna de ellas, ni aun las relevantes, eran buenas. Pero de repente tener una ventana para espiar lo que estaba sucediendo en miles de otros lugares (leyendo tweets, mirando FB) resultaba un atractor irresistible para nuestra atención, más allá de nuestra propia voluntad. Como quien sabe que no debe pero no puede evitar probar esa torta de chocolate.

Un tiempo atrás alguien me dio el ejemplo de cómo cambiaron los guiones de las series de TV si comparamos las series de los 70’s y 80’s con las series de hoy en día. Antes cada episodio contaba una historia. Hoy ninguna serie pone al aire un episodio donde al menos no vayan entretejiéndose al menos tres tramas paralelas y simultáneas. Ver un capítulo de, digamos, Starsky y Hutch o CHIPS hoy en día nos resultaría insoportable, al punto que hasta hay quienes dicen que pueden abreviar uno de los episodios viejos en apenas 7 minutos sin perder nada de información.

Algo de eso, evidentemente fue lo que descubrió Chris Anderson al crear TED. Lo mismo sucede con formatos como Ignite y Pecha Kucha. Todo contenido tiene que encajar en los contadísimos minutos que nuestras mentes pueden prestar atención hoy en día. La charla de TED de Sir Ken Robinson en Youtube tiene más de 1.400.000 vistas. La misma, más desarrollada, en versión completa de 83 minutos no llega hoy a 60.000. Es decir, de todas las personas que vieron esa charla y quedaron fascinados con las ideas que Ken Robinson presenta, menos del 5% vio un video más largo sobre el tema.

Estoy seguro que a muchos también les pasa algo de esto en las relaciones con sus seres queridos. Nos descubrimos a nosotros mismos mirando el celular o la compu en momentos en que estamos con nuestras parejas, nuestros hijos, nuestros amigos.

Pareciera un mecanismo de adaptación de nuestros cerebros para ajustarse a la hiperestimulación a la que desde hace unos años estamos sometidos. Pero lo que resulta adaptativo para el “multitasking” resulta destructivo para la capacidad de estar atentos a algo en particular.

Ante esto no puedo dejar de pensar que con este cambio estamos, sin casi darnos cuenta, perdiendo algo muy valioso: la posibilidad de estar realmente presentes allí donde estamos.

No sé si el grupo de estudiantes en SU somos representativos de lo que pasa en general. Me interesa saber si ustedes creen que este es un fenómeno general o sólo una locura más de un grupo de personas en el extremo de la hiperconectividad. Y si este es realmente un fenómeno que llegó para quedarse, ¡cómo debería cambiar la educación en función de esto?

Yo siempre fui un gran defensor de la hiperconectividad. En este momento ya no estoy tan seguro.

Foto: Austin Kleon
Fuente: www.bilinkis.com
Gracias a: www.twitter.com @mjcalvimontes

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