miércoles, 24 de marzo de 2010

El valor de la reflexión

En lo agitado de la actual modernidad, en el asombroso mundo de la era digital, el hombre piensa poco. Por eso, seguramente, el acelerado y constante avance de la tecnología, frente al lamentable y costoso rezago de la filosofía que para gozo del espíritu, urge rescatar.

En ese entorno, surge el valor de la reflexión como algo propio y exclusivo de la persona humana, en cuanto que es la única con capacidad de razonar. Desde el punto de vista semántico, a la reflexión se le define como "el examen detenido que hace el alma de una cosa".

La reflexión, entonces, tiene el rango suficiente para considerarla como uno de los valores humanos que se deben abrazar. Se trata de un ejercicio sereno de la inteligencia; conlleva juicio objetivo y, sobre todo, búsqueda honesta de la verdad para descubrir y perfeccionar aciertos, para evitar y corregir errores a partir del propio yo.

La reflexión es comparable al examen de conciencia con espíritu autocritico, con el animo de derrotar a la soberbia que se escandaliza ante la paja en el ojo ajeno, pero que ignora a la viga que se trae en el propio.

Puede afirmarse, con acierto, que la reflexión es ejercicio que se liga la sentencia inscrita en el templo de Apolo y que Sócrates tomara como su bandera: Hombre conócete a ti mismo.

Sin este conocimiento, resulta imposible establecer un régimen donde las relaciones humanas estén en constante perfeccionamiento, en evolución dinámica hacia la fraternidad y la paz.

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